Nota: Natalia Verdún

Entrevista al Dr. Jaime Luksenburg:

 

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Entrevista al Dr. Jaime Luksenburg:

 

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''Creo  que lo más lindo es sentir que se hicieron las cosas bien y que la gente lo recogió como bien''

Nota: Natalia Verdún

Entrevista al Dr. Jaime Luksenburg:

 

Este noviembre se cumplen 40 años del nacimiento de SMI pero su historia se remonta a algunos años antes de 1974 y está vinculada al esfuerzo de los trabajadores y empresarios del sector de la costura, quienes crearon un seguro de enfermedad que contaba con servicio médico propio.

Un día el Dr. Jaime Luksenburg fue convocado para organizar ese servicio asistencial; fue su director durante todos esos años y también, hasta hace dos, de SMI, la institución que surgió luego de aquel ‘’experimento’’ de ‘’La Aguja’’, como lo recuerda él.
Ya retirado de la vida laboral, el Dr. Luksenburg- a quien colegas y compañeros llamaban ‘’el one’’ o ‘’el uno’’ por tener el número uno en la planilla de funcionarios- nos cuenta parte de la historia de SMI, de su vida ejerciendo la medicina y de su actividad actual, entre pinceles, computadora, libros de historia, familia y deporte.

- A mediados de los 70 usted estaba impulsando la fundación de SMI pero había una cantidad de médicos alrededor que se estaban embarcando en una tarea importante ¿Cómo los fue captando, convenciendo? Digo, si era necesario convencerlos...
- Gracias a Dios yo tengo mucha ascendencia así que los llamaba, les contaba y se subían.
Mirá una anécdota: en ese período hubo un ministro, Pablo Purriel (NdR Purriel fue ministro de Salud desde 1971 hasta el Golpe de Estado) profesor de la facultad de Medicina, un tipo muy crack y cundió entre el mutualismo que estábamos marchando espléndido y, además ¿qué característica tenía? que el que ganaba más pagaba más, en el fondo es la génesis de lo que es el Sistema Nacional Integrado de Salud en el sentido de que los trabajadores no pagaban una cuota fija sino un porcentaje de lo que ganaban.
Y, como te decía, un día suena el teléfono y era que el ministro quería hablar conmigo y como Purriel siempre hablaba del Sistema Nacional de Salud, yo dije “este tipo se enteró de la Aguja” y entonces estudié todos los datos porque estaba seguro que iba a hablar de eso. Llega el día de la entrevista y en ese momento yo tenía un cargo en Salud Pública en Las Piedras y pedía muchas veces suplencias y no iba, no cobraba por supuesto, y él me habló de ese tema…. ¡y yo me había estudiado todos los detalles! Entonces le dije que lo más probable era que renuncie y ahí se terminó la entrevista (risas) Pero, fijate vos, que un ministro estuviera al tanto de que pedía suplencias y te llamara por eso...


- ¿Cuáles son los momentos más complicados o complejos que recuerda de estos 30 y pico de años en el SMI?
- Y bueno, los períodos más complicados acompañaron los períodos bravos y difíciles del país. Como es lógico en todas las crisis económicas importantes un aspecto de repercusión es el el sistema sanitario: baja el trabajo, baja la afiliación y aumenta la asistencia pública. De la misma manera que ahora se hizo lo inverso, es decir se incorporaron más trabajadores, más Fonasa y hoy es evidente que hay mucho menos población asistida en los hospitales.
Entonces todos los vaivenes que tuvo la institución… hubo momentos que los médicos cobrábamos un mes sí, un mes no y se aguantaron bien. Se hicieron descensos importantes de sueldos que los médicos aceptaron ¿y por qué? porque había un sentido de pertenencia. A veces la gente no entiende... sí, se es un dueño de una mutualista, las instituciones tienen dueños, claro que tienen dueños porque son los que integran las listas, realizan las políticas de la institución pero no tienen acciones, son instituciones sin fines de lucro, al término de lo cual uno se va y no se lleva un fragmento de la casa. A mi me dijeron “muchas gracias”, como era de esperar, pero a veces la gente cree, te fuiste…


- Como si fuera la misma dinámica de una clínica privada...
- Como si fuera una clínica privada o un seguro de los privados que tienen acciones y el dueño vende las acciones. Pero en las IAMC, instituciones de asistencia médica colectiva, que son por definición sin fines de lucro, todos los dueños trabajan ahí y ganan exactamente igual que los no dueños. Hoy se llaman cooperativistas, no es exactamente el término, pero la gente sabe que los cooperativistas son los que participan en las comisiones directivas, en las asambleas, pero a los efectos del trabajo reciben lo mismo que el médico que se acercó un mes antes y trabaja. Y no se lleva ni un peso cuando se va.


- ¿Cómo fue el último año antes de irse? Porque es muy removedor por un lado por el término de la actividad y, por otro, por ser parte de la fundación... es dejar un “hijo”.
- En la carta que mandé a la Comisión Directiva para avisar oficialmente que me retiraba en noviembre del 2012 ponía que me resultaba difícil de imaginarme a mí sin el SMI y, agregaba, “perdónenme la vanidad: no me imagino el SMI sin Luksenburg”. Lo puse. Sin embargo pasó que Luksenburg quedó sin el SMI y el SMI sin Luksenburg y gracias a Dios la institución funciona y sigue su progresión.
De manera que imprescindibles no hay en ningún lado. Yo no tengo ninguna duda de que dediqué toda mi vida y mi atención, mis mejores momentos y mis desvelos se debieron a situaciones duras de la institución pero a la hora de irme también estaba convencido de que finalmente no iba a pasar nada y todo iba a seguir bien.


- ¿Y qué le pasó a usted?
- Y bueno a mí... te voy a decir que era una persona que me levantaba a las 7 y no terminaba hasta a las 9 y media, 10 de la noche, y pasar a cero fue realmente traumático. Pero, curiosamente, lo fui manejando …el pensamiento o la vinculación que existe con el SMI se fue atenuando gracias a que, como también había planeado, no iba a quedar sentado tomando mate.
Aprendí computación, que nunca había tocado una tecla porque tenía secretaria, pero pese a eso siempre pensaba que era una cosa extraordinaria. Porque a veces se da la situación de que los que no saben despotrican, denigran, pero para mí es un instrumento maravilloso. Aprendí las cosas más elementales: los mails, el google y mandar fotos, y me alcanza. Traje un profesor que vino a casa porque lo que no quería era ir a algo colectivo con muchachos que son un relámpago… siempre pasa que los jóvenes les resulta infinitamente natural. Mis nietos con dos años ya están tocando las teclas pero para mí o para la generación mía es realmente difícil y cuando te lo explican y te lo explican rápido marchás, entonces fui tomando notas porque sino termina y es muy lindo pero no sabés como hacerlo (risas). Así que de manera que empecé a hacer computación, empecé con clases de historia y clases de pintura.


- ¿Clases de historia?
- Sí, de historia nacional acá en la Casona de Punta Carretas. Qué curioso, yo posiblemente sé más de la Segunda Guerra mundial o de Napoleón que, de repente, de Lavalleja, entonces dije voy a aprender historia nacional. Desde la colonia hasta la independencia, ahora estamos en el año 60 y me pareció muy interesante recordar, además me di cuenta de mi profunda ignorancia de una cantidad de cosas. Cuando llega algún tema me meto en google y lo refuerzo, lo vigorizo y me lleva tiempo.


- ¿Y además está pintando?
- Si, pintura fue una experiencia brutal porque cuando fui le dije a Cristina, la profesora, “es la primera vez que veo esto que se llama pincel” (risas) me dijo “bárbaro” y pensé que ella me iba a enseñar pero me dice “yo no te voy a enseñar nada, vos pinta y yo te voy diciendo”. ¿Y qué me di cuenta? Que la pintura es infinitamente más fácil de lo que uno puede imaginar porque yo sin saber nada pinto, no te digo que bien- me ve alguien que sepa y debe ser espantoso- pero en mi vida había pintado y está quedando bien…
Así que ahora me levanto más tarde, a las 9 o 9 y 30, luego me quedó casi toda la mañana en la computadora leyendo los diarios, los mails, enviando, toda cosa que recibo interesante lo reenvío porque me parece brutal. Tres veces por semana hago dos horas de deportes y los días que no voy hago caminador acá frente al televisor porque si hay algo más aburrido es caminar en la cinta (risas) son los segundos más largos del mundo pero se me va mirando la televisión. Y de tarde acompaño a mi esposa Anita a hacer mandados. Anita es escritora, va a un taller de Rafael Courtoisie (NdR escritor, docente e integrante de la Academia Nacional de Letras) y tiene dos libros propios y colaboraciones en más de 20. Hace 52 años que estamos juntos.


- Y el retiro de la actividad profesional también implicó un reencuentro con Anita, imagino, tomando en cuenta que usted se iba de mañana temprano y volvía de noche.
- Claro, y con mis 4 hijos y mis 10 nietos.


- Que ahora conocen un abuelo y un padre nuevo...
- Exacto, estoy mucho más tiempo con los hijos ahora que antes. Te voy a decir que en la niñez de ellos yo prácticamente no participé en la crianza, fue todo trabajo de Anita, porque fueron épocas muy duras en cuanto a trabajo, eran guardias, guardias y guardias.
¿Sabes lo que hacía yo con los niños? ¡mira que increíble!… los domingos traía a los niños y recorría los sanatorios, íbamos al Español, a Uruguay España. Tengo un recuerdo de esos domingos de recorrida de sanatorios porque el resto de los días los veía algunos minutos y después cuando llegaba estaban durmiendo.
Perdón, estoy hablando de la historia de todos los médicos que trabajaron en forma importante para apechugar el presupuesto de la casa, no solo de la mía. Además uno está más joven y trabaja todo: “suplencia, sí; guardia el 25, sí”. No es la situación de ahora, ahora llamás a un médico para hacer una suplencia y te dice cuánto pagan, o domingo no… yo no sé si hay una mejoría general, más exigencia en cuanto a la calidad de vida.


- Hablando de las generaciones más jóvenes ¿qué diferencias encuentra entre la forma de llevar la profesión ahora y la de antes?
- Creo que la diferencia más importante es que me da la impresión que sacrifican mucho menos la vida familiar y no hacen el trabajo absolutamente inhumano que hacíamos nosotros de jóvenes, que trabajábamos absolutamente todos los días… las guardias de noche.
En esa época no teníamos celulares, ni vip… Anita siempre se acuerda que cuando yo estaba de guardia y llegaba de noche ella para avisar que había otro llamado dejaba la luz prendida y yo no entraba el coche. Además si uno quería llamar tenía que encontrar un café abierto… era una odisea estar de guardia de noche con los llamados de urgencia. Ese era justamente el trabajo que se le daba a la gente joven porque no había nadie que lo hiciera… y se daba esa situación insólita que en la urgencia debería estar el médico más capo, más capaz y con más experiencia pero ¿cuál es realmente la situación? que mandan un médico joven.
Yo hacía cirugía y los problemas más complejos se pueden dar en cirugía de urgencia, no de coordinación, porque ahí te preparas con tu buen equipo, estudias bien la situación pero una urgencia a las 3 de la mañana de una úlcera perforada…


- ¿En qué año se recibió?
- En el 63, con 28 años.


- ¿Y cuál fue el primer lugar que al que fue a trabajar cómo médico recibido?
- A Uruguay España, como médico de guardia. Ahí fui médico, director de sanatorio, cirujano, hice todo una vida ahí adentro. El SMI no lo puedo comparar con ningún lugar en el que trabajé (risas) pero este fue un lugar precioso porque era una institución de 20 mil afiliados y si querías afiliarte tenias que estar en una lista de espera porque el gerente, que era un tipo muy capaz, dijo que ese era el número ideal para la estructura que había. Es interesante como hecho histórico, estar en una lista de espera para incorporarte como socio de una mutualista, cuando ahora se te tiran arriba para afiliarte, no pensando en la repercusión que puede haber del punto de vista asistencia. Por supuesto que se sabe que cuando ingresan afiliados hay que hacer una reestructura pero no en todos los lugares se hace. Y siempre nos quedamos un poquito  cortos, es una actitud medio defensiva.


- En todos esos años de ejercer ¿recuerda pacientes o situaciones que lo hayan marcado o lo hayan hecho ver las cosas de una manera diferente?
- Para ver y encarar los enfermos tenía una sola manera: la mejor. Sin embargo tengo una cantidad de enfermos que han quedado marcados, que generan un crecimiento personal y una relación posterior que quedaron. Te voy a contar una anécdota tonta pero de ayer: estoy haciendo elíptica en el gimnasio y había un veterano, mayor que yo, 80 y pico de años, gordo con un bastón, y de repente se pone enfrente a mí y me dice así “Usted es el famoso Dr. Jaime Luksenburg, usted salvó a mi señora”. Casi lloraba y le pido que me explique. Era una cosa reciente, en Impasa ya, la esposa tenía EPOC, la llevaron a puerta y la mandaron al CTI y, fíjate qué curioso, él entendía que mandarla al CTI era morir, cuando habitualmente el familiar te pregunta “¿no será para CTI?” bueno, este era al revés quería que estuviera en su pieza sola. No había habitación y le dijeron que el único que se lo podía arreglar era yo y fueron hablar conmigo… yo no me acuerdo de nada, no sé qué le hice y apareció la cama. Y él cree que a raíz de eso yo le salvé la vida.
Te voy a decir que muchas veces me acuerdo de la situación pero no de las caras. Lo más reconfortante y lo más lindo de todas las tareas de dirección es ir a lugares donde uno fue y recibir el cariño de la gente. Yo cuando voy al SMI… Anita me dice “tendrías que ir una vez por semana porque te levanta la autoestima y el ego’’ (risas) porque se me tiran los enfermos y los funcionarios pero no el saludo frío sino que uno siente el afecto, y yo también lo siento. Eso es brutal. Ir al Pasteur, donde fui tres veces director, ya pasaron muchos años y mucha gente no está pero los que están no sabés con qué cariño me saludan… y eso vale pila, creo que es lo más rescatable de la función y de los líos de la dirección.
Ahí está la recompensa y el recuerdo bueno… todo eso hace que uno se sienta mejor y creo que lo más lindo de toda la actuación es sentir que se hicieron las cosas bien y que la gente lo recogió como bien y hoy lo recuerde.


- La tranquilidad del deber cumplido.
- Ahí está.

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