Entrevista con el periodista Alfonso Lessa. Pasión y vocación: la vida de un hombre de medios

Conocemos más de cerca a uno de los periodistas más populares de nuestro país. Su vida, sus intereses, sus pasiones y la historia reciente del Uruguay desde su mirada.

Alfonso Lessa Carvallido tiene 59 años, está casado y tiene dos hijos. Y otros tres hijos de su esposa Diana Cariboni (también periodista) que "son como hijos propios". Dos nietas y un nieto recién nacido.

Es Doctor en Diplomacia y Magister en Ciencia Política y ha tenido diversas experiencias de formación en el exterior, incluyendo un curso de Naciones Unidas en su sede en Nueva York.


- ¿En qué barrio de Montevideo naciste y te criaste?
Nací en Punta Carretas, en Solano García y la Rambla. Era un barrio muy diferente al actual, muy tranquilo, mucho más barrio-barrio que ahora. Lo que no ha cambiado mucho, salvo en la rambla y en Bulevar Artigas que se construyeron muchas torres de apartamentos, es la edificación. La mayoría de las casas son las mismas de hace cincuenta o sesenta años. Incluso están las mismas edificaciones en las que funcionaban almacenes, puestos de frutas y verduras, la vieja farmacia, pero que ahora no existen como tales. Los niños ayudábamos en los mandados y muchas veces teníamos que cargar con aquellos botellones de leche de un litro, por aquellas calles en bajada, utilizadas también para tirarnos en las chatas, aquellos pequeños carros de madera con rulemanes. Era todo tan diferente, que en la esquina de Guipuzcoa y Solano García, trabajaba en la calle un zapatero remendón, que vivía en el mismo piso y el mismo edificio que nosotros. Una familia bárbara. El barrio estaba dominado por la presencia imponente pero pacífica del Penal de Punta Carretas y por las canchas de fútbol de la rambla. Una constante era el fútbol; a toda hora. En las canchas, en la calle, partidos entre los vecinos, contra equipo de otras zonas. Y las canchas de la rambla, cuando la Liga Punta Carretas estaba en su apogeo, reunía multitudes.

La cárcel no era un problema para los vecinos, eran calles muy tranquilas y apenas transitaba algún ómnibus.
Recuerdo perfectamente la fuga del Sátiro, que se descolgó por el muro que da a Solano García con una serie de sábanas atadas, que estuvieron buen rato a la vista de los vecinos. Las cosas cambiaron un poco cuando las fugas de los tupamaros: durante un tiempo colocaron tanques de guerra en las esquinas, y luego construyeron casetas de vigilancia. Durante un período, un grupo de soldados patrullaba todo el día a pie alrededor de la cárcel, y cada tanto abrían la tapa de alguna cloaca y lanzaban una ráfaga de ametralladora. También recuerdo muy bien la primera fuga de los tupamaros. Volvía del liceo y habían hecho una zanja en la calle Solano García para encontrar el túnel que desembocaba en una casa que todavía está intacta. La huella de aquella zanja se puede apreciar claramente. Lástima que hace no mucho tiempo tiraron abajo la antigua casa de la fuga de la Carbonería.
La construcción del Shopping cambió por completo la vida del barrio. No tiene nada que ver el movimiento que se vive ahora, en particular los fines de semana, con la tranquilidad de aquellos tiempos.



- ¿Cómo estaba conformada tu familia?
Mi padre, mi madre y una hermana dos años menor. Además, por supuesto, teníamos familias paternas y maternas grandes, que vivían en sus respectivas casas, en Pocitos la primera, en el Centro la segunda.


- ¿Qué cosas atesoras de tu infancia? Recuerdos, objetos, etc.
- Sobre todo recuerdos, vinculados a la familia, a lo que contaba antes y a las casas de mis abuelos. Eran casas enormes, de las que ya no se construyen. Mis dos abuelas en particular, mis tíos, mi madrina y mis primos. Mi abuelo materno murió cuando yo era muy chico pero lo recuerdo perfectamente. Al padre de mi padre, lamentablemente, no lo llegué a conocer. También recuerdos del balneario Las Flores y de Playa Verde. Muchos de los recuerdos más lindos de mi niñez están vinculados a esos dos lugares, sobre todo, cuando era más chico, a Las Flores. Playa Verde sigue siendo nuestro lugar para el disfrute. Siguen pasando generaciones de la familia disfrutando de la casa familiar. Una maravilla.
En cuanto a objetos atesorados de la infancia, no mucho: algunas fotos, algún álbum de sellos. Con los años y tantas mudanzas perdí unas cuantas cosas que hubiera querido conservar.


- ¿Cómo y cuándo descubriste tu vocación?
Cuando miro al pasado, creo que fue mi única gran vocación desde siempre. Me recuerdo en las elecciones de 1971, cuando era un niño de 13 años, guardando recortes y grabaciones de aquel momento. Todavía tengo algunos. Y también era un lector de diarios desde muy chico. Cuando volvíamos los fines de semana de Las Flores o Playa Verde, iba enseguida al balcón, a buscar los diarios que el canillita, con gran calidad, arrojaba doblados como un paquete. También me recuerdo muy chico, leyendo el diario en casa de mi abuela materna. Cuando tuve que elegir qué estudiar, no existían las carreras de comunicación. Y estudié Diplomacia y Ciencia Política, porque son temas que me interesan y me gustan y creo que aportan mucho a la base cultural de cualquiera y en particular a alguien que ejerce el periodismo. Mi padre siempre fue un gran lector y creo que eso influyó de alguna manera.


- ¿Cuándo y cómo fue que comenzaste a trabajar en medios de comunicación?
Mi primer contacto fue a los 15 años. Teníamos un programa de radio con un amigo del alma, Alvaro Risso, en CX 32 radio Sur, que hoy ya no existe. Era un programa de una hora los sábados y después pasamos a tener seis horas. Cuando venía la gente a la radio, que estaba en la galería Yaguarón, no podía creer que éramos los conductores. Era lo que se llamaba un periodístico musical. Mucho rock, mucha música progresiva, mucha música uruguaya. Y vivimos cosas increíbles. Muchas tardes, por ejemplo, aparecía Mateo y se quedaba en el estudio. Luego tuvimos un programa en CX 42 con otros grandes amigos, Martin Studer y Carlitos Mendive. Y en paralelo empecé en La Mañana y El Diario, por donde se comenzaba antes: la llamada escuelita, con los hermanos Gavioli. Allí aprendí mucho: hacía fútbol de la divisionales B y C, corrección de suplementos y de páginas incluso al pie de la rotativa. Y al mismo tiempo práctica de redacción, en la cobertura de todos los días. Era época del plomo. El redactor responsable era Antonio Mercader. Y tuve la enorme suerte de trabajar ya al inicio con tipos periodistas como Romeo Otero (Oterito), Fontoura, Tomás Linn, el Guruyense, Humberto Dolce (el Ciruja, uno de los más grandes cronistas policiales de todos los tiempos), Ivan Kmaid, los hermanos Burel, entre otros. Más adelante, en La Mañana, con tipos como Mario Delgado y Roy Berocay, con los que hicimos muchas cosas, aún en tiempos difíciles.


- ¿Qué momento político del país impactó más en tu vida?
El golpe de Estado, por supuesto, aunque yo tenía sólo 15 años. Pero los que viví con más intensidad, fueron los años de la transición. Tanto desde el periodismo, como en la vida diaria de un joven que vibraba con lo que ocurría queriendo el retorno a la democracia. En el periodismo, en medios como la revista Opción, clausurada por la dictadura, o Aquí e incluso en algún momento Correo de los Viernes, como en trabajos para el exterior, en la agencia DPA o la revista Hoy de Chile. Fueron tiempos muy fermentales. Hubo muchos episodios históricos que me tocó vivir. Por citar dos, el retorno de Wilson Ferreira en el barco desde Buenos Aires, o conocer a Seregni en su apartamento apenas liberado. También, entre otras cosas, algunas movilizaciones y enfrentamientos que hubo en aquellos momentos. Y el acto del Obelisco, algo impresionante.


- De todos tus libros y/o trabajos periodísticos, si tuvieras que elegir uno ¿cuál elegirías y por qué?
No es fácil, porque cada cual tiene sus características y todos se complementan. Pero mencionaría dos en especial: Estado de Guerra, porque fue el primero referido al llamado pasado reciente, tenía muchas cosas nuevas, tuvo gran eco en los medios y disparó polémicas fuertes. El otro es La Revolución Imposible, porque fue una investigación donde también tuve la suerte de conseguir mucha información y documentación nuevas, con testimonios de gente que hasta ese momento no había hablado. Y además estuvo basado en mi tesis de Maestría en Ciencia Política con la cual me había ido excelente en la Facultad. Este ganó entre otros premios el Bartolomé Hidalgo, al igual que La Primera Orden.


- El 2017 se vino con cambios, contanos proyectos en el corto y mediano plazo.
Si, yo el 31 de diciembre culminé una vinculación de más de 12 años con canal 12. Fue mi tercer ciclo allí. Esta vez fueron casi 12 años en la gerencia de Telemundo y 13 temporadas dirigiendo Código País. Y el 6 de febrero comencé a conducir La Mañana de El Espectador con Mauricio Almada, un amigo de muchos años, un gran periodista y un gran tipo, con el que ya habíamos trabajado en otros medios. Me siento muy cómodo y con muchas ganas. La radio es un medio que me gusta mucho. Y también escribo una columna semanal para el portal de El Espectador. Los dos estamos encarando esta tarea con gran entusiasmo. Por otra parte, estoy escribiendo algunas cosas pensando en más de un libro. Y tengo alguna que otra idea más. Pero las energías están concentradas en la radio.


- ¿Desde cuando eres socio del SMI?
No sé la fecha exacta, pero desde hace muchos años. Nací en Impasa y varios integrantes de mi familia han estado vinculados siempre a la institución.

 

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