Investigación bendecida: doctor Grillo y Omega 3 de Krill junto al Papa Francisco

El profesional, que integra el equipo de SMI hace más de tres décadas, cuenta su historia de investigación y trabajo incansable para encontrar la que hoy es la fuente de vitalidad del sumo pontífice, que lo recibió y bendijo en el Vaticano.

Inquieto, trabajador, incansable. Tres palabras que definen al doctor Ángel Bartolomé Grillo. Perseverante, investigador y descubridor, también. Y así podríamos seguir. Es que este hombre, a sus 79 años de vida y 50 de profesión, no para. Llegado de una confere ncia en Europa y preparando otra en Brasil, se hizo un tiempo para repasar -como había prometido en la edición anterior- su increíble odisea antártica, el hallazgo del Omega 3 de Krill y su reciente encuentro con el Papa Francisco a quien, sin saber, estaba ayudando desde hacía varios años.

Grillo es cirujano, trabajó en neurocirugía y derivó hacia la angiología intervencionista, una especialidad que se ocupa del interior de las arterias. Un día, hace 36 años, investigando sobre la arterioesclerosis, el colesterol y el por qué de la obstrucción de las arterias, pensó en ir a la Antártida y estudiar el pingüino. "La gente pensaba que yo era un loco. El mundo había estudiado la gallina, el perro, el caballo... el pingüino no se le había ocurrido a nadie", recordó.

Así comenzó una historia de búsqueda, esfuerzo y descubrimientos que derivaron en el hallazgo del Omega 3 de Krill, esa "grasa buena" que tiene decenas de propiedades terapéuticas que hoy ayuda a millones de personas a prevenir enfermedades, a mejorar su calidad de vida y que es el secreto de la vitalidad del Papa Francisco.

"Él lo ha dicho, desayuna cada día con Omega 3 de Krill y por eso está tan bien", afirmó Grillo, que al enterarse de eso procuró el encuentro ocurrido el pasado 7 de julio en la Santa Sede. "Esto del Papa es la frutilla arriba de la torta", dijo, emocionado, mirando la fotografía de ese día en la Santa Sede, cuando recibió la bendición y un rosario de regalo y pudo contar su experiencia al sumo pontífice.


EL ACCIDENTADO COMIENZO
Trabajo, búsqueda, riesgo y tesón puestos al servicio de la medicina fueron la clave del éxito para Grillo y el equipo de profesionales que lo acompañaron en todo el proceso, entre los que estaban el profesor Rodolfo Tálicce, Héctor Pollero, Cristina Servetto, Fredy Terra, Walter Alayón y Pablo Purriel.

El principio fue con análisis realizados a pingüinos que llegaban empetrolados a las costas uruguayas y eran atendidos por distintas organizaciones. "¡Lo que tuvimos que llorar para que nos los prestaran! Los estudiábamos y los devolvíamos en perfectas condiciones. Fuimos avanzando, con esfuerzo, no sin dificultades, y meses después partimos a la Antártida", repasó.

La posibilidad de viajar se dio gracias al apoyo del Instituto Antártico y de su titular por aquellos años, el general Ricardo Galarza. Grillo es un eterno agradecido a esa institución, a la que destaca por su aporte a la investigación, y a su entonces presidente, al que define como "un visionario".

"Fuimos en el avión hermano del que quedó en Los Andes, un Fairchild, que fue modificado para este viaje y llevaba tanques de nafta adentro, era una bomba en el aire", rememoró. "Íbamos con lo que teníamos. Yo me puse los calzoncillos largos de mi padre abajo del pantalón para enfrentar el frío. Nos prestaron botas para la nieve y nuestras esposas nos tejieron pasamontañas y guantes. Y allá no había título que valiera, todos trabajábamos por igual, ya fuera para investigar, armar carpas o limpiar. Amistad, trabajo y solidaridad eran las premisas", repasó el doctor.

El equipo estaba autorizado por el Comité Científico para la Investigación en la Antártida (SCAR, por sus siglas en inglés) para estudiar a los pingüinos. Contaban con un técnico radiólogo, una sala de operaciones un aparato de rayos portátil, microscopio, centrífuga y realizaban las arteriografías allí, revelando las placas con paños negros en la oscuridad.

No había experiencia previa en muchas de las tareas que estaban realizando, así que los uruguayos se fueron amañando para salir adelante, enfrentando imprevistos. "Tratamos a los pingüinos como si fueran seres humanos", aseguró Grillo y contó que fueron más de 20 las estadías en la Antártida, algunas bastante accidentadas.

"En uno de los viajes se nos rompió una hélice, otra vez un parabrisas, un motor. Todo eso en el Fairchild. Una vez volamos en el Hércules y tuvimos el accidente más grande: ¡se nos voló un pedazo del techo! Con nosotros iba el presidente Luis Alberto Lacalle y varios ministros. Pero no nos tocaba irnos, nacimos de vuelta. Fue un viaje terrible. Olmedo se llamaba el piloto que nos salvó la vida", recordó.

 

EL HALLAZGO
Estudiando a los pingüinos fue que determinaron que su alimento principal era el Krill y lo empezaron a analizar. "Pero a diferencia de los demás investigadores, que se fijaban en la proteína, nosotros buscamos otra cosa y encontramos el ácido graso poliinsaturado Omega 3, una grasa buena, una grasa de la vida", explicó Grillo.

Esta grasa se encuentra también en peces de agua fría, como el salmón, la sardina, el atún, entre otros, pero la gran diferencia es la eficiencia. "El Omega 3 de pescado es bueno, pero el de Krill tiene más y más rápida penetración en la célula y es más eficiente", dijo el profesional. "Cuanto más tengamos en el cuerpo, mejor va a ser la prevención de enfermedades a distancia", agregó.

Y aunque existen otras fuentes de Omega 3, Grillo recalcó que el único que tiene propiedades terapéuticas es el de mar, que tiene EPA y DHA. "Esto es porque la cadena que produce este ácido graso nace en el fitoplancton y en el zooplancton, o sea, en el microorganismo que comen todos los animales que viven en el Polo Sur", señaló.

Tras las decenas de viajes realizados a la Antártida y los avances en los trabajos, el equipo pasó a investigar en conejos los beneficios de su hallazgo, y finalmente pasaron a aplicarlo en seres humanos. En su camino fueron comprobando los beneficios para el organismo y acumulando reconocimientos. Solo Grillo tiene más de 30, entre los que destacan dos premios nacionales de Medicina, un destaque especial del Parlamento uruguayo y el Premio Príncipe de Asturias.


LAS BONDADES DEL OMEGA 3 DE KRILL
"Es un potente antiinflamatorio; antiagregado plaquetario, o sea que mantiene la sangre mucho más fluida; es analgésico; baja el colesterol; mejora el sistema inmunitario; baja los triglicéridos; es vasodilatador y baja la presión arterial", repasó Grillo y recomendó que las personas lo consuman "desde el momento mismo de la concepción".

Aclarando que "no es un remedio, sino un alimento", el doctor señaló que el Omega 3 de Krill "mejora mucho la calidad de vida de los pacientes con enfermedades crónicas". Entre esas resaltó las cardiovasculares y las osteoarticulares, así como la diabetes, y aseguró que también se genera una mejora del pronóstico a distancia.
Al finalizar su investigación, Grillo llevó adelante la producción de Omega 3 de Krill en polvo, luego en aceite y, actualmente, el laboratorio Roemmers lo produce en cápsulas. "El SMI fue pionero en disponer de este hallazgo para sus afiliados, que lo pueden adquirir en farmacia. Es de venta libre y no tiene contraindicaciones", agregó.


UNA NUEVA GENERACIÓN PARA LA PAZ
El doctor Grillo recomendó que las embarazadas consuman Omega 3 de Krill, ya que mejora el parto y favorece al pequeño que está en camino. Pero además, apuntó que "hay pruebas de que los niños que lo consumen desde etapas tempranas tienen mejor visión, mejoran su rendimiento escolar y repiten menos", afirmó.
"Hace 15 años dije esto en Berlín y ahora se lo repetí al Papa Francisco. Quizá sea un delirio mío, pero si con el paso de los años se comprueba que los niños alimentados con Omega 3 van a ser diferentes, habrá generaciones nuevas, personas con una inteligencia más desarrollada, capacidades intelectuales más elevadas y, por qué no, podamos alcanzar la paz en el mundo. Seguramente, yo no llegue a verlo, pero ¿por qué no?", finalizó.

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