Pepe Vázquez: vivir por y para el arte

El lugar de encuentro fue el bar Los Beatles de Cerrito y Pérez Castellanos en la Ciudad Vieja, un sitio icónico del barrio que homenajea a una época y a los artistas más importantes de la música contemporánea, precursores de casi todo lo que escuchamos en la actualidad.

Allí, en ese lugar que sobrevive el paso del tiempo, donde la gente es amable y humilde, transcurrió esta charla/entrevista en la que recorrimos tanto los aspectos más fascinantes como los más humanos de la vida de uno de los actores más importantes de nuestro país.


- ¿Cuándo y dónde naciste?
- Nací en Treinta y Tres el 1 de marzo de 1940.


- ¿Qué recuerdos o vivencias de tu infancia o adolescencia atesoras?
- Hasta la pubertad y la adolescencia fue una etapa divina, fui un niño feliz que creció en una familia donde nuestros papás se desvivían por nosotros y con cuatro hermanas mujeres de las cuales conocí a dos. A los 13 años del último parto de mi madre nací yo. Ella tenía 40 años cuando me tuvo.
En cuanto a la adolescencia, creo que es la peor edad de las personas. En mi caso, era hijo de una mujer que era maestra y le gustaba mucho la literatura y la poesía, por lo que nos estimulaba mucho a la lectura. Con tan sólo 4 años aprendí a leer y cuando entré al liceo ya había leído un montón de clásicos y para mí era un goce tener literatura como materia, por ejemplo. Ese aprendizaje, si se quiere prematuro e inusual, me hacía ser muy crítico sobre todo con la generación de mis padres.
Cuando entré al liceo me tocó la primera huelga estudiantil, que fue cuando los norteamericanos dieron el golpe de estado en Guatemala a Jacobo Árbenz; era la misma época en la que el Che Guevara recorría Latinoamérica en motocicleta y se encontraba justo en ese país en ese momento. Ese fue mi primer contacto con lo político del mundo. Recuerdo al alumno que dirigía la Federación de Estudiantes de allá en ese momento, parado sobre un cajón de verduras explicando lo que sucedía y porque se tomaba esta medida de protesta.


- Y en cuánto a tu carrera ¿Cuándo decidiste ser artista?
- Cuando terminé el liceo tenía muy claro lo que quería hacer, qué camino tomar. Ya había decidido que iba a ser actor. En mi casa me preguntaban "¿qué vas a hacer?" y yo no decía que iba a ser actor porque no encontraba la palabra exacta para definir mi vocación, pero estaba claro que era artista.
Después me vine a Montevideo, empecé a estudiar de forma clandestina y a los 18 años me fui de casa. Cuando entré a la Universidad yo era menor y les hice creer a mis padres que daba exámenes, mentí, a pesar de que me compré el Código Civil y todos los libros, y así les decía "¡salvé Civil, salvé Constitucional!" y cuando cumplí los 18 los enfrenté, les dije la verdad y me fui a vivir a la pensión que tenía la mamá de Alfredo Zitarrosa, a quien ya conocía, y con quien desarrollé una amistad hermosa a pesar que era unos años mayor que yo.
Una cosa que me caracterizó fue que siempre busqué tener amigos mayores que yo, porque como leía mucho me resultaba difícil la comunicación con los de mi edad. En el caso de Zitarrosa además, escribía unas letras exquisitas y después fue un cantor muy popular. En ese momento yo vendía libros y sacaba apenas para pagar la pensión. Él era locutor y me daba clases y me decía "vos tenés que ser locutor"; y yo no tenía voz para esa profesión. Igual él me traía las tandas de El Espectador y me hacía leerlas.
Fui avanzando en los estudios y estaba en la edad que tenés que empezar a poner en práctica lo aprendido, y eso coincide con el triunfo de la Revolución Cubana, cuando sacan a Fulgencio Batista del poder, un hecho que conmovió a toda la juventud de América y de Uruguay. En aquella época había un noticiero en cine que se llamaba "Uruguay al Día" y que todas las semanas tenía una nueva edición con una parte de noticias locales y otra de internacionales. Todo el tiempo se veían las escalinatas de la Universidad de La Habana con estudiantes siendo apaleados y muertos por la policía de Batista; y de pronto se empezó a tener noticias que en las sierras había un ejército rebelde de gente joven. Empezamos a escuchar las trasmisiones de Radio Rebelde desde Sierra Maestra, en una conexión clandestina que lográbamos con algunos amigos a las 2 o 3 de la mañana. Todo eso fue generador de una energía vital, de unas ganas de vivir y de una energía creadora muy fuerte. Era la época en que los cubanos cumplían sus sueños y querían hacer una revolución cultural, y para eso, como no tenían gente preparada, empezaron a llevar personas de todos lados de América. Entre ellos viajaron algunos profesores míos y un gran amigo, Amanecer Dotta (el papá de Pablo Dotta, director de cine que hizo El Dirigible) porque querían crear un grupo de teatro que actuara en el campo. Fue Dotta quien me dijo "venite y traete una escena preparada". Y fui, di una prueba, me contrataron, y ahí me terminé de hacer actor profesional porque nos pagaban un sueldo módico que nos daba para vivir. Estuve casi 5 años. Cada vez que íbamos a las cooperativas donde estaban los bohíos había un público de 1000 o 1500 personas. Íbamos en camiones, un camión llevaba el tablado y el decorado y otro a los actores. Por la mañana tomábamos clase, nos daban el almuerzo y ensayábamos, luego la cena a las 6 o 7 de la tarde y por la noche actuábamos.


- ¿Cómo fue volver a Uruguay después de esa experiencia?
- Cuando volví me enfrenté a una realidad difícil. El teatro independiente se movía en aquella época sin ningún auspicio. Los actores no cobraban, debían trabajar en otras cosas para subsistir, y aun así se generó el Teatro del Pueblo, Teatro El Galpón y Teatro Universitario, entre otros, de donde salieron figuras fantásticas, Ruben Llanes, Juan Manuel Tenuta, César Campodónico y Carlitos Perciavalle, por ejemplo. Este último surgió como actor en el Teatro Universitario creado por Adela Reta que funcionaba donde era la vieja Facultad de Humanidades en la calle Lindolfo Cuestas. Yo en particular, me había acostumbrado a que actuar es un trabajo, y ahí empezó toda una discusión muy fermental y apasionante que se mantiene en cierta forma hasta el día de hoy.


- ¿Cómo ves hoy la realidad del actor?
- Empezó a haber un apoyo real a la cultura con los gobiernos del Frente Amplio. Surgen los Fondos Concursables, la Intendencia Municipal junto a la Sociedad Uruguaya de Actores crea el Fondo de Fortalecimiento de las Artes donde se pueden presentar proyectos anuales y se eligen obras para ir a zonas alejadas o para cubrir la cartelera de las salas. El funcionamiento se da en base al financiamiento de la Intendencia administrado por SUA y durante el tiempo que esas obras están en cartel, los actores cobran por su trabajo.
Elegir un repertorio ya es una gran responsabilidad. Decidir qué comedia hacer para hacer reír a la gente es todo un desafío, sin caer en lo político o en lo chabacano. Tiempos Modernos o La quimera del oro con Charles Chaplin son grandes ejemplos de comedia. No es necesario denigrar a la mujer como hace Marcelo Tinelli en sus programas. Hay ejemplos acá nomás de cómicos maravillosos como Diego Delgrossi, que además de ser actor es profesor de historia. Laura Escalante, una profesora que ya murió y que dirigió teatro decía "los días de función miraba por un agujerito la cara del público y veía que durante una o dos horas nos adueñábamos del alma de la gente". Es muy linda la imagen pero conlleva una gran responsabilidad; Hitler se adueñó del alma de los alemanes, Stalin se adueñó del alma de los rusos...


- ¿Qué te pasa con la televisión que vos hiciste y con la televisión que ves ahora?
- Los canales ahora no invierten más. Yo tuve la suerte de que en esa época que me tocó a mí, por ejemplo Canal 12 tenía a los hermanos Scheck, Jorge y Daniel, creadores de Telecataplum. Para ellos los artistas nacionales eran palabras mayores siempre, nos respetaban, cosa que aprendieron del fundador del diario El País, su padre. Pero en el canal 10 también había gente muy responsable y preocupada como Inchausti. Ahí hicimos un ciclo durante dos años, en los que grabábamos semana a semana una obra diferente auspiciada por la marca La Aurora, Martínez Reina, que tenía un prestigio empresarial como para sacarse el sombrero.


- ¿Y cómo ves a la cultura en Uruguay?
- Hay gente que piensa que en Uruguay no hay más actores, y se equivocan. No hay gente que invierta en televisión o en grandes producciones, pero el talento que hay, incluso en actores muy jóvenes, es increíble. Hoy existe una ley de incentivo fiscal para apoyar a la cultura, eso es un gran avance porque permite que grandes empresas se involucren en la cultura e inviertan en ella, gestionando todo el proceso a través del Ministerio de Educación y Cultura.
La Comisión del Fondo Nacional de Teatro (Cofonte) tiene un presupuesto anual que es para todo el país. Esa Comisión fue creada en el gobierno del Dr. Lacalle. En ese momento el Ministro de Cultura era Antonio Mercader, y yo era presidente del Sindicato de Actores. Mercader se portó impecable con la gente de teatro. Yo lo fui a ver y le conté la situación "los elencos extranjeros vienen y no pagan impuestos". Inmediatamente movilizó entrevistas públicas en televisión a las que íbamos juntos para instalar el tema de la Sociedad Uruguaya de Actores en la gente. Y protestaban los productores que traían espectáculos argentinos, porque ahora tenían que pagar como paga cualquiera que va a otro país. De ese porcentaje que creo es del 3.5%, la mitad va para una Caja de Socorro que tiene SUA que asiste a los actores desde pagar por ejemplo los lentes o en momentos difíciles de salud. La otra parte de ese impuesto va para el Fondo Nacional de Teatro.
En la cultura ha habido gente muy valiosa, Adela Reta fue una tipa entrañable, que cuando aceptó el Ministerio de Educación y Cultura lo hizo con el compromiso de terminar el Sodre, sino no aceptaba. Y lo logró, ella había sido fundadora del Teatro Universitario, era una colorada progresista. Otra figura que fue ejemplar para la cultura fue Gonzalo Carámbula, un tipo preparado, preocupado, valioso desde todo punto de vista. Fue el mejor Director de Cultura que hemos tenido en Montevideo.

En medio de la charla aparece una señora a comunicarnos que el café que estábamos compartiendo era una invitación de la casa. Esa fue sólo una de las demostraciones de afecto que recibió Vázquez en poco más de dos horas. Algunos transeúntes y otros parroquianos pasaron a saludar. Se podía sentir la emoción en el ambiente al tener la oportunidad de estar a tan solo unos metros de un artista admirado, querido y también recordado por haber sido la pareja de Imilce Viñas, una actriz, humorista, profesora y directora de teatro que se ganó el cariño y el respeto del público y de sus pares.


- ¿Cómo formaste tu familia?
- Con Imilce nos conocimos, nos enamoramos, vivimos juntos un tiempo y luego nos casamos. Antes de cumplir nuestro aniversario tuvimos a nuestro primer hijo, Camilo, que vivió sólo unas horas porque nació con un pulmón de menos y otros problemas que le permitieron solo unas 19 o 20 horas de vida. Imilce estaba convaleciente y el chiquito peleaba por su vida, hacía paros cardio-respiratorios, y el médico me dijo: "ojalá que esté bebé no viva, porque ya es un vegetal". A pesar que vivió muy pocas horas tuve que hacer todos los trámites para poder enterrarlo, fue muy duro...
Luego de esto, con Imilce fuimos a ver a un estupendo médico psiquiatra buscando ayuda para superar aquella desgracia. Así llegamos con el Dr. Gómez Mango y él nos dijo "yo no les voy a dar medicación, porque para estas cosas no la hay, es mejor que tengan el dolor, que lo vivan. Salgan de acá y váyanse al Buceo dónde está ese bebé enterrado y llórenlo allí todas las horas que lo necesiten. Y dentro de un tiempo armen un espectáculo de humor juntos, con la cara de este dolor". Así fue que armamos un espectáculo que se convirtió en el primer café concert uruguayo y así surgió nuestro vínculo en el escenario. Luego vino "El flaco Cleanto", un ciclo en el que participamos los dos en canal 12, con libretos de Jorge Scheck.
Al año de perder ese bebé nació María, en esa época no se sabía el sexo del bebé hasta que nacía. El parto fue el 14 de junio a las 11.30 de la noche y nos acompañaban Dotta y Maria Minetti, una bailarina que era como una hermana para mí. Hoy, María Clara me ha dado dos nietos divinos, vivimos muy cerca y compartimos la pasión por el teatro; es actriz, productora y directora teatral que estrena por estos días un ciclo en el Solís por el Mes de la Mujer, denominado "Ellas", donde dirige una de las obras con textos de Raquel Viana sobre la vida de Idea Vilariño.


- Si tuvieras que definirla en palabras ¿qué fue Imilce para vos, en tu vida?
- Imilce era como un generador de energía. Cuando enfermó, el primer diagnóstico no tenía la gravedad que sobrevino después y que le causó la muerte: un tumor en el hígado. En ese momento, el director del SMI, un cirujano del que ahora no recuerdo su nombre, me tomó de la mano y me dijo "esta es la casa de ustedes, vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance".
En ese momento, había dos opciones: un procedimiento muy complicado que podía o no tener éxito, al que Imilce se negó, y esperar que la enfermedad transcurriera hasta su final, que podían ser más o menos seis meses. La noticia tuvo su momento de llantos obviamente, luego ella se recompuso, se sonó la nariz, y como hacía cuando me hablaba en serio -que me llamaba por el nombre y apellido- me dijo "mirá Pepe Vázquez, se acerca el Día de la Madre y vos sos un tipo muy derrochador, conmigo no gastes un puto peso". María Clara que estaba asistiendo a esta conversación, aun conmovida por todo lo que estaba pasando le dice entre sollozos y risa: "¡Ay mamá me estás haciendo reír!" a lo que Imilce contesta "¡reíte! y llama al consultorio de la dentista para decirle que tire todas las prótesis que no pienso gastar plata en eso". Al volverá a casa, nos paró a los dos en la puerta y nos prohibió tratarla como una moribunda.
Por esos tiempos, Mario Ferreira, director de la Comedia Nacional la había invitado a dirigir una obra rusa, "El Suicidado", escrita en la época de Stalin, muy dura, y a cuyo autor se le condenó como consecuencia a escribir solamente obras para niños mientras viviera.
Tras comunicarle a Ferreira su estado de salud y el pronóstico de vida de seis meses, le dio toda la libertad de sustituirla por otra persona. Aún con el impacto de la noticia, Mario le preguntó que quería hacer y ella manifestó que la quería dirigir, cosa que hizo junto con María, nuestra hija, que fue la ayudante de dirección.
Durante dos meses y medio, y con el cansancio lógico que provocaba su condición de salud, no permitía que nadie la ayudara a vestirse. Se maquillaba y se iba a meter cuatro horas de ensayo todos los días hasta estrenar una obra que fue un éxito. Los colegas y compañeros se portaron a las mil maravillas, con una entrega y un compromiso increíbles.
En medio de todo ese proceso, Imilce estaba muy preocupada por mí, por cómo iba a afrontar todo aquello. Aun así, pocos días antes de fallecer me dijo: "si me muero, y hay función, no suspendan, nuestra vida es el teatro". Y así fue (visiblemente emocionado Vázquez recuerda ese día), un viernes, día de función. Mario Ferreira había mandado a hacer una foto gigante de ella que puso sobre el escenario y al final le pide a Bolani que diga unas palabras en su memoria. Yo me fui en ese momento, terminé la obra y me fui.
Me llevó un tiempo largo admitir que no estaba, en general dicen que te lleva dos o tres años, a mí me llevo cinco. Un médico psiquiatra, el Dr. Sobrero, me ayudo en esos momentos y me dijo "vamos a combatir la angustia, porque si no se combate mata más que el sida. La tristeza yo no te la puedo quitar".
Y así fue. En 2014 me fui a trabajar a Costa Rica, y estaba allá el día que murió Alfredo Alcón, un artista al que admiraba mucho. Ahí le propuse a Denevi hacer una obra del dramaturgo y escritor irlandés Samuel Beckett que era el caballito de batalla de Alcón, "Final de partida", y el flaco aceptó encantado. Por esos días, olvidé tomar la pastilla que el médico psiquiatra me había recetado para superar la pérdida de Imilce y no la volví a tomar nunca más, salvo por algo mucho más suave que me han recetado ahora y me ayuda a descansar.
Más allá de estas peripecias de la vida y de los achaques de los años sería un ingrato si no agradeciera todas las cosas que me dio la vida.


- Fuera de fronteras ¿cómo ha sido la vida de Pepe Vázquez?
- Yo tengo la nacionalidad costarricense. En mayo vuelvo a Costa Rica a protagonizar "La última fuga", una obra basada en una comedia francesa que se llama "Dos tipos menos" que inspiró la película en la que trabajan Morgan Freeman y Jack Nicholson, la de los viejos que se escapan del hospital. Es una comedia con contenido, muy humana, muy cómica y por momentos muy negra. Hay un pasaje en el que el médico viene a decirles cuanto les queda de vida y ellos bromean con cómo les suenan palabras como metástasis y ganglios. "Parece un balneario en la costa del Mediterráneo, yo vacaciono en Metástasis" bromea uno, y el otro le contesta "no, no, yo veraneo en Ganglios, que es una aldea perdida en las montañas con un clima muy fresco". Es una comedia que maneja un tema muy delicado de una forma muy inteligente. Estrenamos el 29 de junio y vamos hasta el 29 de julio.
El año pasado tuve una experiencia hermosa recorriendo Europa prácticamente en tren y parando en algunas ciudades, Madrid fue la última ciudad de muchas que visitamos.
Acá en este momento estoy con la obra Aeroplanos, junto a Julio Calgano y con dirección de Eduardo Cervieri, un drama/comedia de dos amigos entrañables que tienen más menos nuestra edad y comparten los temores y dificultades de la madurez de la vida. Va en el Teatro Alianza los jueves y viernes a las 21 hs.


- ¿Desde cuándo sos socio del SMI?
- Desde que volvimos del exilio en el 84, ahí me asoció el hermano de Ricardo Couto, el actor, que era cobrador del SMI. En ese momento la institución nos daba seis meses sin cargo a los que volvíamos del exilio. Siempre me he sentido muy cómodo, me conocen, los conozco mucho. Ha sufrido la avalancha de gente con la Reforma de la Salud, pero yo me alegro porque eso es un avance muy importante, la oportunidad que mucha gente acceda a buenos servicios de salud. Además el sanatorio está quedando lindísimo.

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