Una visita a Carlos Julio Pereyra

A sus 95 años, y aún vinculado a la política uruguaya, nos recibió en su casa de Montevideo en una tarde lluviosa y fría de invierno. Una vida con muchas facetas y anécdotas, con una memoria prodigiosa que le permite narrarlas.

Esta fue la excusa para una charla distendida con una de las figuras políticas más relevantes que ha tenido el país en las últimas décadas.


- Aunque sea un poco imprudente ¿podemos preguntar cómo lleva estos 95 años?
- Antes de llegar, mucho antes de cumplirlos, no tenía la menor idea de que podía pasar los 90. Siempre pensé que mi vida terminaría allá por los 80 y pico. Después fueron llegando los años y los he ido soportando, fundamentalmente porque el parlamento me tuvo ‘prisionero ', y aparte de eso nunca dejé la actividad privada. Estuve en la agropecuaria y también en la enseñanza. Al salir del Parlamento comencé a escribir alguna cosa, de lo cual algo ya se ha publicado; y experiencias tengo suficientes como para contar cosas que puedan interesarle a la gente.

Y todo eso me entretiene, si yo no tuviera esa actividad, no podría vivir, porque soy una persona muy inquieta. Y eso me ayuda, fundamentalmente después de perder a mi esposa, que ha sido un trago amargo. Sin embargo, el aferrarme a la actividad me ha mantenido con ganas de vivir.


- Vamos hacia atrás en el tiempo ¿cómo fue su niñez? ¿Qué recuerdos le vienen a la memoria en este momento?
- Yo me crié en el campo donde mi padre tenía un comercio de ramos generales. Estaba ubicado en una zona rural, en la séptima sección del departamento de Rocha, en la zona denominada Garzón. Ahí se podía comprar desde la ropa hasta el arado. La casa formaba parte de un pequeño padrón de 21 hectáreas, donde mi padre tenía un pequeño plantel de lanares al mismo tiempo que atendía, con algunos empleados, el comercio, que tenía mucho movimiento. Esa actividad de mi padre, de alguna manera me ayudo a conocer el mundo. Ahí llegaba la gente a caballo y en carros, y muy de vez en cuando, en aquella época, un Ford de aquellos viejos, que fueron los primeros autos que vinieron a Rocha. Cada vez que escuchábamos un motor por los caminos, salíamos a admirar aquella maravilla.

Esos son los recuerdos más gratos de mi infancia, que terminaron pronto porque a los 12 años enfermó y falleció mi padre. Tras perder aquel pequeño capital que había forjado tuvimos que partir a la ciudad, al barrio Lavalleja de Rocha, un barrio pobre, de gente muy humilde. En particular, recuerdo a las lavanderas que iban todas las mañanas a lavar al arroyo, con el atado de ropa sobre sus cabezas y pasaban por la avenida principal del barrio para volver a la tardecita, habiendo ganado su salario del día.

También, muy cerca de donde yo vivía, había una importante cancha de fútbol, 'la cancha del tenis' que le llamábamos nosotros, pero en realidad fue durante muchos años la cancha de fútbol más importante de la zona.


- ¿Fue deportista?
- A mí me gustaba mucho el fútbol, como a todos los muchachos de la época, pero era de hincha, jugar nunca serví para nada. Intenté, creo que no hay uruguayo que no haya intentado jugar al fútbol, pero nunca llegué siquiera a ser un jugador mediano. Por esa fascinación que produce la pelota, con los muchachos del barrio teníamos un lugar por el que entrábamos a la cancha sin pagar, atravesando la malla del alambrado.
Mi escuela original y principal fue la vida misma.


- Y hablando de escuela, también ejerció la docencia... ¿Cómo fueron esos años?
- Soy maestro. Intenté una carrera distinta, el Derecho, pero para la gente del interior era y sigue siendo muy difícil. Hay que tener fortuna familiar para poder costearse los estudios universitarios. Por todo eso, me conformé con dar algunas asignaturas libres de la carrera, fundamentalmente Derecho Constitucional que siempre me atrajo y que después me fue muy útil para mi vida parlamentaria.

Ejercí la docencia en primaria y en secundaria, y también en el Instituto Magisterial que dirigía mi hermano que fue un maestro de cierto prestigio en el ámbito de la enseñanza.


- Y de la actividad política, si tuviera que destacar algo, ¿cuál sería ese momento que usted diría 'esto fue lo más lindo que viví'?
- No tengo dudas para decirlo: yo fui candidato a la vicepresidencia con Wilson Ferreira Aldunate. Fue una cruzada, a pesar de que no ganamos la elección, o se cree que no la ganamos, porque hubo algunas cosas raras en ese momento, como por ejemplo que aparecieron en algunas mesas más votos que votantes. Eso hizo que reclamáramos la elección pero parecía que todo estaba orientado a ser como fue, y con los números que se dieron perdimos por menos del 1%. Pero no es la parte electoral lo que a mí me causó la mayor alegría, sino ver la reacción de la gente cuando dos hombres, entonces jóvenes, éramos recibidos con los brazos abiertos en medio de una campaña por calles, caminos y plazas con una verdadera euforia ciudadana. Todo eso para mí fue muy importante, por el compañero que tenía, que fue uno de los políticos más destacados que ha tenido el país en los últimos años. Eso, y pensar que en pocos meses estuvimos a punto de ganar la elección, fue muy movilizante. En más de 1 millón de votos nos faltaron sólo 12 mil votos.


- Pero la militancia o su vida política empezó a los 15 o 16 años ¿no?
- A los 16 años empecé la militancia, sí. Yo estaba cerca del Dr. Javier Barrios Amorín, que fue diputado, presidente de la Corte Electoral y senador en cuatro oportunidades. Era un político destacado, caracterizado por su sobriedad, por su honorabilidad, su forma modesta de ejercer la política, rechazando todos los privilegios que se podían conseguir en aquella época a través de leyes que beneficiaban a quienes estaban en la función pública. Jubilaciones privilegiadas, importación de autos sin impuestos, préstamos bancarios y para vivienda. Nada de eso quiso utilizar Barrios Amorín, y vivió con mucha modestia, a tal punto que su familia no quedó ni siquiera con una casa cuando él falleció a los 64 años de edad. Incluso había depositado un importe de su jubilación mensualmente, y lo hizo calcular sobre la base de las jubilaciones que no tuvieran esos privilegios. Ese dinero quedó en el banco y se destinó luego a construir viviendas populares. Ese hombre me deslumbró con su actitud y ahí me embarqué en la vida política. Cuando a uno lo captura la vida política, generalmente no lo larga más.


- ¿Y hoy en día sigue de cerca la actividad política o parlamentaria?
- El que está picado por ese bichito de la política no desengancha nunca. Mientras la cabeza no me haga decir tonterías (que de pronto las estoy diciendo y no me doy cuenta) ... pero tendré amigos que me lo adviertan. En realidad, siempre voy a seguir, no detrás de una candidatura porque a mi edad no es posible, pero sí estoy ayudando a gente joven de mi partido, que tiene inquietudes y encara la política con honestidad. Eso es muy importante, la experiencia que tengo la puedo capitalizar a través de esa gente joven, con potencial, con ganas de hacer las cosas bien, cosas tan importantes en este tiempo que campea tanto la corrupción, no sólo en nuestro país sino en varios otros de América Latina, que en este momento están conmovidos por eso que es el verdadero enemigo de la democracia. Porque se empieza por descreer en el hombre, después en el partido y se termina por descreer en el sistema. Eso es lo más grave, porque va minando el prestigio de la democracia que no se sostiene por la fuerza, se sostiene por la fe y la confianza que la gente tenga en los gobernantes, en los políticos en general.


- ¿Cómo ve al Uruguay y a América Latina de acá a 10 años?
- Hay algunos fenómenos que son inevitables. De cualquier manera, que marche el país va a que enfrentar, por un lado, el fenómeno de la globalización, que hoy abarca todos los aspectos: políticos, sociales, económicos, artísticos, científicos... Todos esos elementos van a caracterizar el mundo del futuro. Por otro lado, hay un verdadero desafío entre regímenes que siguen pensando en soluciones totalitarias y la democracia. Esta última tiene que librarse de la tentación totalitaria, que apareció y generó la más grande guerra del mundo, y que a pesar que las fuerzas totalitarias fueron derrotadas, aparecen brotes, donde la tentación del hombre por el poder es muy grande y eso lo lleva a transitar por caminos que no son los correctos, que no están de acuerdo con la dignidad de la persona humana.


- Una última pregunta: ¿se acuerda desde cuando es socio del SMI?
- Creo que desde el año 1967. Ese fue el año en el que me radiqué en Montevideo. Ahí me hice socio yo y mi familia. Recuerdo hasta mi número de socio y el de mi esposa, aunque ahora ya no se usan, se usa la cédula de identidad.

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